Ensayo sobre “La era del capitalismo de la vigilancia” de Shoshana Zuboff

                                         El control invisible: la era del capitalismo de la vigilancia

                                                                                        "La máxima seguridad es tu comprensión de la realidad"

                                                                                                                                                        H. Stanley Judd


¿Nos hemos puesto a pensar en la magnitud de los datos que compartimos en internet? Seguramente pocas veces, si es que alguna. En un mundo donde todo está interconectado, hemos llegado al punto de entregar nuestra información personal sin darnos cuenta. Hace menos de 50 años, creíamos que teníamos control sobre el internet, pero hoy en día, el internet nos controla a nosotros. Esta es la idea que profundiza Shoshana Zuboff en su libro “La era del capitalismo de la vigilancia”, y lo que más nos debería preocupar no es solo la recolección masiva de datos, sino la forma en que hemos aceptado, casi con resignación, esta nueva realidad. 


El capitalismo de la vigilancia es un sistema donde la experiencia humana se ha convertido en una materia prima, extraída y comercializada para predecir y moldear nuestro comportamiento. Este "nuevo orden económico", como lo llama Zuboff, explota nuestras acciones más cotidianas y las convierte en un mercado lucrativo para empresas que buscan controlar no solo lo que hacemos, sino lo que pensamos, sentimos e incluso deseamos. En palabras de Zuboff, este fenómeno es una "amenaza tan importante para la naturaleza humana en el siglo XXI como lo fue el capitalismo industrial para el mundo natural en los siglos XIX y XX". Este poder no es solo tecnológico; es un modelo económico que utiliza nuestras interacciones diarias para transformarlas en datos valiosos que las grandes corporaciones pueden usar a su favor.


Hoy en día, todo lo que hacemos tiene una huella digital: lo que compramos, dónde vamos, a quiénes llamamos y hasta las conversaciones que tenemos. Aunque la mayoría de nosotros sabe que nuestros teléfonos, relojes inteligentes o asistentes virtuales recopilan datos, pocos se detienen a pensar en el verdadero alcance de este fenómeno. Y menos aún en las consecuencias que trae. Cuando nos presentan los términos y condiciones lo único que hacemos es aceptar sin siquiera abrirlos, es un contrato donde nunca leemos ni las letras grandes ni peor las pequeñas; y esto es exactamente lo que quiere este tipo de capitalismo. Zuboff nos alerta sobre la "arquitectura global de modificación de la conducta" que está diseñando nuestra experiencia digital. Con este control, las empresas no solo predicen nuestros movimientos, sino que también los moldean. Nos ofrecen sugerencias, pero lo hacen en base a lo que ya saben que probablemente elegiremos. ¿Dónde queda la libertad en eso?


Lo más inquietante es que somos conscientes de este control, pero no hacemos nada al respecto. Es común escuchar a la gente decir "no tengo nada que ocultar", cuando se les menciona la recolección masiva de datos. Sin embargo, ¿es realmente una cuestión de ocultar algo? Como señala Zuboff, el capitalismo de la vigilancia se ha instalado como una fuerza invisible que nos ha llevado a ignorar una verdad inquietante: no controlamos la información que generamos, y mucho menos las decisiones que tomamos a partir de ella. 


Google, por ejemplo, es una plataforma que todos usamos. Está tan incrustada en nuestra vida diaria que difícilmente cuestionamos cómo nos afecta. Es tan culpable de robar nuestros datos como el calentamiento global lo es del deshielo en la Antártida. Este gigante tecnológico ha perfeccionado el arte de la recolección de datos para convertir nuestros hábitos en un negocio altamente rentable. Pero lo más aterrador es que, aunque sabemos que esto ocurre, no sentimos la urgencia de hacer algo al respecto. Nos hemos vuelto complacientes, aceptando que "así es el mundo digital ahora".


La pasividad ante este fenómeno no es casual. Estamos atrapados, como menciona Zuboff, en una “dinámica psicológica de entumecimiento”. Nos hemos acostumbrado tanto a la comodidad que nos ofrecen las plataformas digitales, que el precio que pagamos, aunque muy alto, no parece ser una prioridad. Zuboff describe esto como una especie de "pacto fáustico" en el que entregamos nuestra privacidad y autonomía a cambio de acceso y conveniencia. “Vivimos en libertad por necesidad, pero no seremos capaces de apreciar plenamente la gravedad del capitalismo de la vigilancia si no logramos hallar en nuestra propia vida diaria los contornos inconfundibles de las cicatrices que en ella va dejando dicha forma de capitalismo” (Zuboff, 2020).


Nos hemos acostumbrado a la idea de que somos productos en este sistema, y aunque lo sabemos, parece que no estamos listos para desafiarlo. Quizá porque no vemos alternativas claras, o tal vez porque hemos normalizado tanto esta invasión que ya no la consideramos un problema urgente. 


El capitalismo de la vigilancia ha logrado infiltrarse en nuestras vidas de una manera tan profunda que resulta difícil imaginar un futuro sin él. Pero como sugiere Zuboff, debemos tomar control de nuestra vida digital si queremos recuperar nuestra soberanía. Esto implica no solo exigir mayor transparencia por parte de las empresas que recolectan nuestros datos, sino también adoptar una postura crítica ante la tecnología que usamos diariamente.


Superar el capitalismo de la vigilancia no es tarea fácil. Requiere de un cambio cultural y colectivo, donde valoremos más la privacidad y la autonomía personal que la conveniencia que nos ofrece la tecnología. Debemos ser conscientes de que nuestra información es valiosa, no solo para nosotros, sino para quienes la utilizan para moldear nuestras acciones. Sólo cuando comprendamos esto, podremos empezar a recuperar el control de nuestras vidas digitales y detener este "golpe desde arriba" que amenaza con destruir la democracia misma.


En conclusión, el capitalismo de la vigilancia es una realidad innegable que ha transformado radicalmente nuestras vidas. Si bien somos conscientes de su presencia, parece que hemos aceptado pasivamente su poder sobre nosotros. Nos hemos dejado llevar por la comodidad y el acceso a la tecnología, sin cuestionar el alto precio que pagamos en términos de privacidad y libertad. Zuboff nos invita a reflexionar sobre esta nueva forma de control y nos recuerda que, si queremos que el futuro digital sea verdaderamente nuestro hogar, debemos ser nosotros quienes hagamos que lo sea.


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