Ensayo sobre "De animales de dioses" de Yubal Harari

El animal que conquistó el mundo: reflexiones sobre “De animales a dioses”

Los humanos, como cualquier otra especie, hemos pasado por distintas etapas de evolución para llegar al punto donde estamos hoy. Nuestro nombre científico, Homo Sapiens, significa "hombre sabio", pero ¿realmente hemos sido sabios? En el libro “De animales a dioses” de Yubal Noah Harari se recorre toda la historia de la humanidad, y con ello nuestros aciertos y errores.

Para empezar, en el largo camino de nuestra evolución, no hemos sido los únicos humanos. Antes que nosotros, existieron otras especies del género Homo que también caminaron sobre la Tierra. Todo comenzó en África con el Australopithecus, un simio austral, seguido por el Homo erectus y el Homo neanderthalensis. Estas especies compartieron el planeta con nosotros durante largos periodos, pero nuestra especie, aunque en un inicio insignificante, terminó por dominar sobre todas ellas. Contrastando, los Homo Sapiens no siempre fueron tan diferentes de otros animales. Durante millones de años, éramos simplemente otra especie más en el ecosistema. Sin embargo, lo que nos permitió superar a las demás fue una serie de revoluciones que transformaron no solo nuestra biología, sino también nuestra capacidad de organización y cooperación. 

La primera de estas fue la Revolución Cognitiva, hace aproximadamente 70.000 años. Fue en este punto cuando los Sapiens desarrollaron una capacidad única: la de imaginar cosas que no existían en el mundo físico. A través de la creación de mitos, religiones y sistemas de creencias compartidos, los humanos comenzaron a formar sociedades más complejas y cohesionadas. Esta habilidad nos permitió organizar grandes grupos de personas y colaborar en tareas monumentales, como la construcción de ciudades, la creación de religiones y la invención del dinero. Pero, ¿alguna vez hemos cuestionado estas creaciones? Seguramente no. El dinero, por ejemplo, no es más que una creencia compartida. No tiene valor intrínseco, pero funciona porque todos hemos decidido creer en él. De la misma manera, nuestras identidades, los sistemas políticos y las jerarquías sociales son construcciones ficticias. Hemos inventado estructuras de poder que, aunque intangibles, gobiernan nuestras vidas. Esto demuestra que gran parte del éxito de los humanos se basa en nuestra capacidad para crear y creer en ficciones colectivas. Estas creencias nos permitieron establecer sociedades que fueron mucho más allá de las habilidades de cualquier otra especie animal. Tenemos la suerte de ser el único animal pensante y hablante del planeta, sin ello no hubiéramos logrado ni la cuarta parte de toda nuestra trayectoria como especie.

El siguiente gran cambio en la historia humana fue la Revolución Agrícola, hace unos 12.000 años. Este proceso transformó a los cazadores-recolectores en agricultores, lo que permitió el surgimiento de civilizaciones más grandes y complejas. Sin embargo, la agricultura no fue el avance totalmente positivo que muchas veces se cree. Aunque permitió alimentar a más personas, también trajo consigo nuevas vulnerabilidades, como hambrunas, enfermedades y un aumento de la desigualdad social. Además, con la agricultura nos metimos en un círculo vicioso de producir muchísimo y que luego surjan más necesidades, más bocas a las cuáles alimentar; así, cuanto más se produce más necesidades aparecen. Con la agricultura, también, nacieron las primeras ciudades y reinos, que a su vez necesitaron sistemas de gobierno, impuestos y leyes. Pero, a pesar de los avances, la Revolución Agrícola también consolidó la opresión y la explotación en las sociedades humanas. Las primeras jerarquías sociales comenzaron a establecerse, llevando a la explotación de los campesinos y a la aparición de clases sociales marcadamente desiguales. Las desigualdades basadas en el género, la raza y el estatus social se perpetuaron a lo largo de la historia, y muchas de estas estructuras de poder aún perduran hoy en día. Estas creencias y jerarquías son producto de nuestra imaginación colectiva, y aunque han permitido el progreso, también han generado injusticias que siguen presentes. Por ejemplo, Harari (2014) muestra sentencias de hace muchos años predicadas por Hammurabi:

196. Si un hombre superior deja tuerto a otro hombre superior, lo dejarán tuerto.

197. Si le rompe el hueso a otro hombre superior, que le rompan el hueso.

198. Si deja tuerto a un plebeyo o le rompe un hueso a un plebeyo, pagará 60 siclos de plata.

199. Si deja tuerto al esclavo de un hombre superior o le rompe un hueso al esclavo de un hombre superior, pagará la mitad del valor del esclavo (en plata). (p.102)

¿Acaso algunas sentencias no se asemejan a la percepción de justicia de hoy en día? "Ojo por ojo, diente por diente" es un dicho que hasta el día de hoy se sigue recitando cotidianamente. Tal vez esta percepción ha evolucionado un poco, pero no podemos evitar nuestra naturaleza: el ser humano siempre fue y será un ser competitivo, vengativo e individualista.

La religión es otro ejemplo de cómo las creencias moldean nuestra realidad. Aunque no puede ser probada científicamente, la religión ha sido una de las fuerzas unificadoras más poderosas en la historia humana. A través de los dogmas y las creencias compartidas, las religiones han proporcionado cohesión social y moral porque ayudan a mantener un orden tanto social como en la vida personal de los humanos. Sin religión no tendríamos esa "conciencia" de hacer lo correcto. Sin embargo, el contexto cultural determina cómo cada sociedad interpreta sus creencias religiosas. Por ejemplo, las normas morales y religiosas en América Latina son muy diferentes de las que rigen en el Medio Oriente, lo que demuestra que la realidad es en gran parte una construcción cultural. 

Ahora, con la llegada de la Revolución Científica, hace unos 500 años, los humanos comenzaron a admitir su ignorancia sobre el mundo, lo que dio inicio a un proceso de descubrimiento sin precedentes. Esta revolución marcó el comienzo de avances tecnológicos y científicos que transformarían por completo la sociedad humana. La ciencia ha evolucionado tanto que ya hemos dejado de lado la típica teoría de la Selección Natural de Darwin, aquella que predica que solo los más aptos sobreviven; hoy en día la ciencia es la que decide quién es más o quién es menos apto, es la ciencia la que crea desde cero principios para la creación vida. Esta misma ciencia, en conjunto con el capitalismo, permitió un crecimiento económico sin igual, aunque también trajo consigo nuevas desigualdades. El capitalismo, al igual que el dinero, es un sistema de confianza. A través de la promesa de crecimiento constante, ha impulsado la innovación, pero también ha generado divisiones económicas y sociales profundas.

Con el desarrollo de nuevas tecnologías, la producción en masa y la urbanización, los humanos comenzaron a transformar radicalmente el mundo en el que vivían. La Revolución Industrial trajo consigo una mejora significativa en los niveles de vida para muchas personas, pero también desató una explotación masiva de los recursos naturales, que ha resultado en un deterioro ambiental sin precedentes. Harari destaca que, desde este punto, la humanidad ha entrado en un estado de transformación constante, en el que el ritmo de los cambios tecnológicos y sociales se ha acelerado de manera imparable. El futuro, por tanto, se presenta incierto, ya que los humanos están inmersos en una búsqueda interminable de nuevos avances, sin detenerse a considerar plenamente las consecuencias de sus acciones sobre el planeta y las generaciones futuras. Este proceso de cambio continuo, ha llevado a la humanidad a enfrentar dilemas éticos y medioambientales. La capacidad de la tecnología para resolver algunos problemas ha sido innegable, pero también ha creado nuevos desafíos que ponen en riesgo el equilibrio de los ecosistemas y la estabilidad social. Estamos en un punto en el que nuestra evolución futura no solo estará determinada por la selección natural, sino por nuestra capacidad para diseñar inteligentemente nuestro destino, lo que plantea preguntas cruciales sobre hasta dónde debemos llegar.

En los capítulos finales de su obra, el autor plantea una pregunta interesante: ¿será Homo sapiens la última especie humana? Con los avances en biotecnología e inteligencia artificial, los humanos han comenzado a modificar su propio destino biológico. En cierto sentido, nos hemos convertido en dioses, capaces de crear y diseñar vida a nuestro antojo. Pero este poder viene acompañado de grandes responsabilidades. Aunque hemos alcanzado un nivel de control sin igual sobre la naturaleza, seguimos siendo seres imperfectos y, en muchos casos, ignorantes sobre las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones.

A lo largo de “De animales a dioses”, el autor invita a reflexionar sobre la humanidad, desde sus orígenes como un animal más en la cadena alimenticia hasta convertirse en la especie dominante del planeta. A través de las revoluciones cognitivas, agrícolas y científicas, hemos transformado el mundo y nuestra propia naturaleza. Sin embargo, este poder conlleva grandes riesgos, y el futuro de la humanidad sigue siendo incierto. ¿Seremos capaces de usar este poder de manera responsable, o nos conduciremos hacia nuestra propia destrucción? La historia, al igual que el futuro, está llena de preguntas sin respuesta.

Comentarios

Entradas populares